Educados con amor

Uno de los principales propósitos que se marcó Shinichi Suzuki al comenzar su proyecto metodológico fue el de educar a las personas en valores. Consideraba que el futuro del mundo estaba en la mano de los niños y niñas y que si estos eran educados en un entorno positivo, con valores humanos y donde se les ofreciera las herramientas y conocimientos necesarios para desarrollar al máximo sus capacidades, les estaba dando las claves para que el futuro de la humanidad fuera más esperanzador. Consideraba la música como un vehículo de conexión, de aceptación y comunicación capaz de transformar la mirada del mundo violento que le estaba tocando vivir.

Shinichi Suzuki nació en Nagoya, Japón, en 1898. Y aunque pasó su infancia entre violines (su familia poseía la mayor fábrica de violines del mundo) no fue hasta ya de adolescente cuando comenzó a mostrar interés por el aprendizaje musical. En 1920, sólo dos años después de haber acabado la I Guerra Mundial, marchó a Berlín, una de las ciudades más importantes de la cultura y arte en aquel momento, para estudiar con Klinger, con quien aprendería la verdadera esencia de la música.

Tras pasar ocho años en Berlín en una época convulsa -la etapa entre guerras- regresa a Japón donde comenzó su labor como pedagogo. Pero pocos años después, ésta se vio interrumpida por el estallido de la II Guerra Mundial que cambiaría el rumbo del mundo y de su vida. Sin duda la guerra sería determinante a la hora de transmitir sus valores: un niño que amara la música nunca podría amar la guerra. Y este fue uno de sus grandes propósitos: trabajar toda su vida para que su labor pedagógica contribuyera por encima de todo al crecimiento de una sociedad más cívica, pacífica, sensible y humana y donde la violencia no tuviera cabida. Tras la guerra, fundó en 1945 el Instituto de la Educación del Talento, donde se propondría con gran éxito acercar la belleza de la música a los niños y niñas de su nación que habían sido testigos de la barbarie de la guerra.

A diferencia de lo que podemos creer en una primera instancia, el Método Suzuki no fue concebido para hacer músicos profesionales. Para nada ese era su fin, aunque hayan sido muchos los que iniciados en esta metodología se han convertido en músicos reconocidos a día de hoy: Sol Gabetta, Hilary Hahns, Julia Fischer, Joshua Bell, Sarah Chang, entre otros. El principal objetivo era y, es aún hoy, el de ayudar a los niños y niñas a desarrollar sus capacidades como seres humanos:

“… la enseñanza de la música no es mi propósito principal. Deseo formar buenos ciudadanos y seres humanos nobles. Si un niño escucha buena música desde el día de su nacimiento y aprende a tocarla por sí mismo, desarrollará su sensibilidad, disciplina y paciencia. Consigue así un corazón hermoso…”.

No repitamos los errores del pasado. La guerra no debería ser jamás una opción. Ninguna persona y menos los niños deberían vivir bajo la opresión del poder y la destrucción. Más que nunca, hagamos comunidad y sigamos enfocando todo nuestro esfuerzo y conocimientos en contribuir a la educación de seres nobles y justos. Sólo educando en valores y desarrollando las capacidades de los más pequeños conseguiremos un mundo mejor.

Os animo a que leáis el libro «Educados con amor». Un documento literario narrado en primera persona donde Shinichi Suzuki nos expone las ideas fundamentales de su método de enseñanza –conocido como la Educación del talento– a través de breves episodios personales y ejemplos prácticos con los que muestra las claves de su búsqueda del potencial humano. Todo una referencia para entender un poco más esta metodología que nos arropa día a día.

«¿Cuál es la dirección final del ser humano en la vida? Es buscar el amor, la verdad, la virtud y la belleza.» Shinichi Suzuki

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